Era

Era escultora de suelos

Era tiempo enblanquecido

Era viento resonante

En los huecos del destino

Era el cuerpo de un invierno
Por la luz oscurecido
Era el sonido distante
De los hilos del olvido

Caricias

En los oscuros infiernos
tus lágrimas se forjaron
Para que al andar se queme
El camino que has andado

¿Quién pudo envolver en luto
Tus tristes y torpes manos?
Pero nunca fueron hábiles
Sino presas del engaño

Tus pupilas ya no forman
lo que nunca se ha notado
La desnuda y sencilla vela
El viento frío y mojado

Las palabras tan estúpidas
que a mis oídos llegaron
Que algún día yo creí
Y que a la luna callaron

Se hizo una cómplice tuya
Y de esos astros helados
Pero no tienen sentido
¿Por eso las has llamado?

Nunca te podrás creer
Aunque lo hayas acertado
Que con solo una caricia
Ya me habrán asesinado

Fuego fatuo

Ahora que se oye el alma,
Sé todo lo que han durado,
Sobre mi rostro las lágrimas,
Que hoy en el suelo se han quebrado

Mis ojos ya no me engañan,
Ya no estarán más cerrados.
Fuera por fin del espejo
Que en astros se ha transformado

Dame tiempo y podrás ver
Aunque el cielo esté nublado
Y lo demás en silencio
Y el mundo entero callado

Y aunque preguntes por qué
Duró tanto tiempo el engaño
Verás cómo por brillar
en el cielo, en l tierra ardo

Palabras perdidas

Se perdieron las palabras entre las estrellas

se hablaron las frías horas de un día acabado

ahora lloran todas en silencio tan despacio

¿Quién las encuentra ya? Están perdidas en su estado

No siempre hay quién las guarde, quién las cuide hablando.

¿Y si no llega a tiempo aquella persona especial?,

Y me pregunto para quién serán las mías

Para los que no sueñan, que vuelvan a soñar.

"De nuevo el cielo oscuro exige mi aliento helado,

por los suelos está mi verso y tengo que alzarlo,

vosotros que tanto me ayudáis os pido una vez más,

Haced verso mis letras y haré vuestro mi abrazo"

Y calladas, unas pupilas veo a mi lado

Mudas desfilan las horas y empieza este día

está desgastada la luna oscura en el cielo

vuelvo a hallar las palabras ya no oigo a la poesía

Vivo

Hoy la blanca  luna brilla tan fuerte en el cielo...

Sabe que su horizonte... su destino la aguarda

tanta muerte vió ya, tantas veces nos miró...

¿A quién, en una bella noche, oirás en su cama?

¡Mírame a mí! Yo soy al que hay que quemar y ahogar

yo soy quién busca ser más que todos los demás

¡Vivir o mirar! Quiero posarme sobre ti, ver y morir envuelto en total oscuridad

Tan negros están... tan horrendos tus pétalos...

y tan blanco tu polen, tan brillante tu 

néctar...

Tanta luz prestas a las estrellas que miras 

Tanta sed da tu rocío hasta que te cierras.

¿Y cuándo te cierras qué queda? ¿Luz?

¿Una luz falsa?

Viviendo en total oscuridad, tan recluído,

siento una flor tan negra en mi pecho y ya estoy vivo

¿Estoy vivo y pido luz? Qué ironía... vivo.

Por arder

Decidme si las estrellas ya han sido pintadas,

para guiarme por el camino que tengo que andar

¡Decidme que me esperan en vuestros tristes rostros

los ríos transparentes que aguardan mi final!

Todo lejano... veo una voz entre tanto infierno,

y un árbol entre el helado río tan real.

Pero qué muerta desgracia me espera al

beber,

tanta agua para ahogarme, para anegar  mi mal!

Por un cielo que me espere tanto he caminado,

por una muerte que me premie tanto he vivido,

¡Por un árbol, seco en otoño, tanto he plantado,

por una llama que me de calor tanto he ardido!

De mi Maestra| Versos contra San Valentín

-Dirán que no puede sin abono florecer 

la hiedra oscura que a mi ventana viene a tocar,

direis: "Oh, que sufrido destino la tortura

del poeta que el oro desea al querer amar"

Si el sediento al que tanta sed le da su sollozo,

no puede su trágico destino revocar,

dirán: "no es la falta de agua lo que hace su sed,

si no la fuerte sequía en su cuerpo al llorar"

Oirás la noche engatusar al ingenuo día,

y a las nubes prometer al suelo verde oirás;

murmurarán que eres indigno o frío o lejano,

que si no hay un amor de tu corazón morirás.

Pero es el paraíso deseado, tan lejano,

está tan lejos de nuestra ardiente soledad

que las hojas del otoño son nuestras amantes

y nuestra prisión parece nuestra libertad

Escúchame, como escuchas el viento silbar,

si te dejas guiar por la soledad te odiarás,

y a aquella que refugió en ti su corazón,

aquella a la que oras, cada día herirás-

Y entonces desperté de la lágrima ácida,

tan rojos los ojos, mi cama tan desgarrada,

que sentí cerca de mí un monstruo solitario,

un monstruo aterrador en mi imagen reflejada.